Matteo la abrazó, enseguida la pasión entre ellos se desbordó como un voraz incendio, empezaron a besarse con necesidad como hambrientos a quien se le ha negado el pan por mucho tiempo; el hombre prácticamente arrancó su ropa dejándola desnuda en sus brazos, empezó a recorrer cada resquicio de su cuerpo, con su lengua saboreó el dulce sabor de su piel, mandando una especie de pequeñas descargas eléctricas a cada una de sus terminaciones nerviosas, haciéndola vibrar de placer.
Ella pasó con suavidad sus manos por el tórax de Matteo y este se sintió arder como una brasa expuesta en una chimenea, sus cuerpos se reconocieron, se deseaban y se amaban, se sentían completos.
—¡Quiero demostrarte cuanto te amo Gala! —habló el hombre sosteniendo su rostro para verla, al mismo tiempo que frotaba su pelvis contra la de ella, sacándole un gemido