La luz del amanecer se filtraba tímidamente entre las cortinas de la habitación de Lilith, dibujando patrones dorados sobre el suelo. Sentada al borde de la cama, contemplaba el anillo que descansaba en la palma de su mano. El símbolo de la manada, el símbolo de una promesa que nunca llegó a cumplirse.
—¿Cuántas veces más debo sangrar por ti? —susurró, cerrando el puño alrededor de la joya.
El silencio de la habitación le devolvió su propia pregunta como un eco vacío. Había pasado la noche en vela, repasando cada momento, cada palabra, cada mirada. La balanza de su corazón oscilaba peligrosamente entre el amor y el orgullo herido.
Se levantó con determinación y sacó la maleta del armario. La misma que había traído cuando regresó, como si una parte de ella siempre hubiera sabido que este momento llegaría. Prenda tras prenda, iba llenando el espacio con movimientos mecánicos, mientras su mente vagaba por los recuerdos de las últimas semanas.
—Creí que esta vez sería diferente —murmuró p