El aire olía a tierra húmeda, a madera quemada y a luna llena. La luna, mi luna, brillaba en lo alto como una diosa que me miraba con ojos expectantes, como si supiera que esta noche lo cambiaría todo.Mis dedos jugaban con el dobladillo de mi vestido mientras mi corazón latía con fuerza, repiqueteando contra mis costillas. Siempre me habían dicho que el momento del emparejamiento era sagrado, un instante en el que los hilos invisibles del destino se tensaban y unían dos almas destinadas a ser una sola.Y él era el mío.Mi Alfa. Mi compañero.Mi todo.Observé su silueta al otro lado de la hoguera sagrada, su postura arrogante, su mirada afilada que pasaba por encima de todos sin detenerse en nadie en particular. Él era la perfección hecha hombre. Alto, musculoso, con esa aura depredadora que hacía que todos a su alrededor se encogieran instintivamente.Y, esta noche, él pronunciaría mi nombre.Tomé aire. No importaba que yo fuera solo una omega, la más baja en la jerarquía de la manad
Leer más