La luna llena se alzaba imponente sobre el bosque, bañando con su luz plateada cada rincón del territorio. Lilith caminaba sin rumbo fijo, dejando que sus pies la guiaran mientras su mente vagaba entre recuerdos y decisiones pendientes. Había necesitado esta noche para sí misma, lejos de la manada, lejos de Damián, lejos de todo lo que la ataba a una vida que nunca había elegido realmente.
El frío nocturno acariciaba su piel, pero ella apenas lo sentía. Su naturaleza omega, ahora fortalecida por años de entrenamiento y determinación, la hacía resistente a las inclemencias del tiempo. Se detuvo junto a un arroyo cristalino y se sentó sobre una roca plana, observando el reflejo fragmentado de la luna en el agua que corría.
—¿Cómo llegué hasta aquí? —susurró para sí misma, mientras pasaba los dedos por la superficie fría del agua.
Los recuerdos la asaltaron como una avalancha: la ceremonia de unión, el rechazo público, la humillación, su huida desesperada, los años de soledad y aprendiza