El cielo nocturno se desplegaba como un manto de terciopelo negro salpicado de estrellas, pero ninguna brillaba con la intensidad de la luna llena que se alzaba majestuosa sobre el bosque. Su luz plateada se filtraba entre las ramas de los árboles, dibujando patrones fantasmales sobre el suelo cubierto de hojas.
Lilith contemplaba el astro desde el balcón de su habitación, con los dedos aferrados a la barandilla de piedra hasta que sus nudillos se tornaron blancos. La noche de luna llena siempre había sido especial para los de su especie, pero esta vez era diferente. Algo se agitaba en su interior, una sensación primitiva que ascendía desde lo más profundo de su ser, como si un animal salvaje despertara tras un largo letargo.
—Contrólate —se susurró a sí misma, cerrando los ojos mientras inhalaba profundamente el aire fresco de la noche.
El aroma del bosque invadió sus sentidos: tierra húmeda, corteza de pino, flores nocturnas... y algo más. Un olor que reconocería en cualquier parte.