La luna creciente se alzaba sobre el bosque, proyectando sombras alargadas entre los árboles. Desde mi despacho, observaba el cielo nocturno mientras sentía un cosquilleo familiar en la piel. Algo estaba cambiando en mí, algo que no podía controlar.
Había convocado a Lilith a una reunión privada. Necesitaba respuestas. Desde su llegada, mi lobo interior se comportaba de manera errática, como si reconociera algo que yo no podía recordar. Era frustrante para un Alfa como yo, acostumbrado a tener el control absoluto.
El suave golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos.
—Adelante —ordené, manteniendo mi voz firme.
Lilith entró con ese aire de seguridad que me desconcertaba. Ya no vestía el traje formal de las reuniones del consejo. Llevaba un vestido negro que se ajustaba a su cuerpo como una segunda piel, resaltando cada curva. Su cabello caía en ondas sobre sus hombros, y sus ojos brillaban con un destello de desafío.
—¿Me mandaste llamar, Alfa? —preguntó con una sonrisa enigmática.