El salón principal del Gran Hotel Lunarís resplandecía bajo la luz de mil cristales suspendidos del techo abovedado. La élite de la comunidad licántropa se había reunido para celebrar el aniversario del Tratado de las Manadas, un evento que solo ocurría cada cinco años y al que asistían los líderes más poderosos de todos los territorios.
Damián Blackwood, el Alfa Supremo, observaba la escena desde su posición privilegiada. Vestido con un traje negro impecable que acentuaba su figura imponente, sostenía una copa de champán que apenas había probado. Sus ojos, del color del ámbar bajo la luz artificial, escudriñaban a cada invitado con la frialdad calculadora que lo caracterizaba.
—Pareces aburrido —comentó Marcus, su beta de confianza, acercándose con una sonrisa tensa—. Deberías al menos fingir que disfrutas de tu propia fiesta.
—No es mi fiesta —respondió Damián con voz grave—. Es un compromiso político.
La música de la orquesta flotaba por el aire mientras las parejas danzaban en el