POV: Sebastián
Siempre puedo sentirlo.
Cuando algo está por romperse.
Cuando una calma no es calma, sino un silencio sostenido a la fuerza.
Estoy dentro del auto, con las manos rígidas sobre el volante. El motor está encendido, pero no avanzo. No todavía.
El edificio frente a mí parece normal. Demasiado normal.
Ventanas, luces cálidas, cortinas a medio cerrar.
Isabella está ahí arriba.
Clara, para el mundo.
Isabella… para mi mente.
Aprieto la mandíbula.
Hay un coche más adelante. Negro. Vidrios polarizados.
Lleva allí más tiempo del razonable.
No necesito placas.
No necesito confirmación.
No necesito lógica.
Reconozco los patrones.
Alguien más también la observa.
Mi pulso se vuelve lento.
Eso es lo que pasa cuando el peligro se vuelve real: todo dentro de mí se ordena como un ejército que ha estado esperando órdenes durante años.
Mi teléfono vibra.
Le escribí antes:
“No salgas.”
No respondió.
Eso es peor que cualquier respuesta.
Mis dedos tamborilean sobre el volante. Me repito, en si