Capítulo 29
Las primeras luces del amanecer se colaron por la ventana del escondite donde Isabella y Sebastián se habían refugiado. El cansancio acumulado en sus cuerpos era apenas un susurro frente al peso de sus pensamientos. Isabella, sentada en el suelo junto a la cama, sostuvo una foto arrugada en sus manos: una imagen de Eva sonriendo, con sus mejillas sonrojadas y ojos llenos de vida. Era el recuerdo más puro y a la vez más doloroso.

Sebastián, observándola, dijo con voz suave:

—Cada día que pasa, estás más cerca de lo que quieres lograr.

Ella suspiró, apretando la foto contra su pecho.

—No es solo justicia, Sebastián. Es amor. Amor por Eva que me da fuerza para seguir.

Por un momento, el silencio los envolvió, sólo roto por el latido constante del mundo que seguía girando afuera, ajeno a la guerra que se libraba en las sombras.

Pero la guerra seguía.

En la mansión Millán, Bella Millán observaba las noticias en un canal local. La destrucción del almacén había sido cubierta por los medios, p
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