No hubo sirenas, ni allanamientos espectaculares, ni titulares incendiarios al comienzo. Lo que ocurrió fue más peligroso: una filtración. Un dato menor publicado en el lugar correcto. Un nombre mencionado fuera de contexto. Una transferencia mal justificada que llegó a manos equivocadas.
Y después otra.
Y otra más.
El clan Millán no cayó por una bala ni por una traición interna. Cayó por acumulación. Por el peso insoportable de sus propios excesos saliendo a la superficie con una precisión quirúrgica.
Isabella lo supo antes de leerlo en los medios.
Lo supo porque una mañana despertó sin esa presión constante en el pecho. Sin la sensación de estar siendo observada incluso dentro de su propia cabeza. No era paz, todavía no. Era algo más sutil: una pausa.
Sebastián, en cambio, lo vio venir desde los números.
Los informes que le llegaban ya no hablaban de protección policial, ni de favores judiciales, ni de causas que desaparecían. Hablaban de cooperación internacional. De jurisdicciones