Sin ganas de vivir, Isabella se dirigió a la playa, tomo un taxi, al conductor le había parecido tan rara la petición de llevarla a la playa, para aun asi condujo hacia el lugar.
Isabella le pago en efectivo, se sentía un ser sin vida ahora que su hija había muerto.
El mar lucia tranquilo y pronto anochecería, pero eso no le importo a Iseballa, sintiéndose perdida camino por el camino de aire, directo hacia el agua salada.
El olor del mar la embriagaba a medida que se acercaba cada vez más, luego sus piernas empezaron a hundirse, el agua la abraza como si se tratara de una serpiente que se enroscaba alrededor de la cintura de Isa centímetro a centímetro. Estaba descalza en la playa fangosa. A cada paso, finos granos de arena se filtraban entre sus dedos, como los grilletes invisibles del destino. La falda mojada se rasgaba repetidamente por las olas, y el borde de encaje hacía tiempo que se había roto en alas de mariposa rotas, temblando en la oscuridad de la noche. Llovía a cántaros,