Por la noche, Tony no podía más de los nervios, faltaba poco para cerrar el resto y ya tenía la comida precocinada para terminarla en su casa antes de que llegue Soria. Él se movía rápido, yendo de un lado a otro dejando todo arreglado para el día siguiente. Unas cuantas cacerolas se le cayeron de las manos haciendo un importante estruendo en la cocina. Al escuchar el disturbio, Sofi se adentra en la cocina para ver lo que estaba pasando y encuentra a Tony sobre sus rodillas levantando las cacerolas que había tirado. Ella llega a él y lo ayuda a levantar todo.
—Debes calmarte, Tony —habla suavemente.
—Lo sé —suspira—. Estoy con los nervios de punta —le hace saber.
¿Desde cuándo una cita te hace poner nervioso? —curiosa Sofi levantándose.
—No se por qué me pone tan nervioso esta cita en particular —reconoce el boricua.
—Quizás, ¿por qué te gusta de verdad? —tantea Sofi.
—Yo pienso que es más que gustarme —confiesa—. Desde la primera vez que lo vi, aquella vez que fui a buscar a Ian par