—¿Cómo es tu nombre? —suelta de repente Tony dándose cuenta que solo sabe su apellido. Soria ante esa pregunta se carcajea.
—Nicolás —entona—. Mi nombre es Nicolás —lleva la copa a su boca sin desviar la mirada de Tony.
—Es un nombre con fuerza. Muy viril —murmura Tony—. ¿Por qué no te llaman por tu nombre? —Soria se eleva de hombros despreocupado.
—En la estación de policía nos llamamos por el apellido. No sé, es costumbre —saca una uva de su copa de sangría—. Creo que la mayoría de nosotros no sabemos cómo se llama el otro.
—¿Ni siquiera saben el nombre del que pasa al lado de todo el día patrullando? —curioso.
-Si. De ellos sabemos. Nos la pasamos más junto a ellos que con la familia —explica—. De nuestros compañeros de patrulla, sabemos absolutamente todo. Es algo que aunque no queramos uno habla y llegamos a conocernos demasiado.
—Es algo horrible que todo el mundo te llame por el apellido —murmura Tony mirando la boca de Soria que mastica otra uva sacada de su sangría.
—No es to