LEV
El silencio del despacho era apenas interrumpido por el tic constante del reloj de pared. Llevaba más de treinta horas sin dormir, con el mismo abrigo desde el atentado, el mismo corte abierto en la ceja, y la misma presión en el pecho que no lograba desaparecer. Había dejado a Anya en coma inducido por recomendación médica, con la promesa de que su sistema nervioso no aguantaría otra oleada de alucinaciones. Y ahora, mientras ella dormía conectada a máquinas, yo tenía que encargarme de lo que debía haber previsto desde el principio: que Dmitri nunca se presentaría a un strelka sin mover alguna ficha antes.
Habría deseado haberme centrado más en esto desde el inicio, pero Anya había estado acaparando toda mi atención desde que la traje aquí, desde que se reveló su orden de muerte, desde que el medicamento empezó a hacer… lo que se supone que me advirtieron desde el inicio.
Me pregunto qué habría pasado de no haber matado al doctor, ¿eso habría cambiado algo de lo que estaba sucedi