ANYA
Un olor a café me saca del sueño, y abro los ojos para encontrar a Lev sentado al borde de la cama, una bandeja en las manos. Pan tostado, mermelada, un vaso de jugo, y él mirándome con esos ojos grises que me derriten incluso a estas horas de la mañana.
Se inclina, sus labios rozan los míos, y joder, mi cuerpo se despierta más rápido que mi cabeza.
—Buenos días, Conejita —susurra, y su mano sube por mi pierna, caliente, posesiva, hasta detenerse en mi cadera.
Sonrío, todavía atontada, y me siento contra las almohadas. Después de lo de anoche, de tenerlo bajo mis manos, de sentirlo gemir mientras lo montaba, esto es como un maldito sueño.
—Buenos días. — Desayunamos juntos, él partiendo el pan y dándome pedazos como si fuera un ritual, y yo no puedo quitarle los ojos de encima. Me besa otra vez, más profundo, su lengua rozando la mía, y mi piel se eriza.
Si esto es ser su esposa, tal vez no esté tan mal.
Definitivamente no está mal y más después de lo de anoche.
Lo deseo… lo d