Federico salió del departamento como un rayo.
Ni siquiera se molestó en cerrar la puerta, sus pasos eran una mezcla de rabia, desesperación y culpa.
Las llaves temblaban en su mano sudorosa mientras se dirigía al ascensor.
Su mundo acababa de desmoronarse: Ellyn era inocente, y él… él la había condenado con sus dudas, con su silencio, con su desprecio, con el rencor del pasado.
Solo quería verla, decirle que lo sabía todo, al menos pedir perdón por eso, decirle que el hijo de Samantha nunca fue suyo, y que si la apoyó fue porque Samantha había salvado a su madre en la universidad, cuando ella necesitó un trasplante, y él prometió cuidar de ella.
Pero, Federico supo que ya nada podía salvar su matrimonio, ahora ya nada lo unía a Ellyn, él era su exesposo, y eso le causó un dolor en el corazón.
Dentro del departamento, Samantha estalló en llanto, apretó sus manos en un puño, y golpeó el suelo, mientras la enfermera la ayudaba a levantarse del suelo.
La mujer fingía, pero esa enfermera er