Un mes después.
Ellyn y Melissa se preparaban para un día muy especial.
Habían organizado juntas el Baby Shower, no solo como una celebración, sino como un acto de amor y sororidad.
Los rayos del sol se filtraban por la ventana, iluminando el salón decorado con tonos suaves: rosados, lilas y blanco perlado.
Los centros de mesa, llenos de flores frescas, ositos y pequeños globos con las iniciales de sus futuras hijas, eran obra de ambas.
Una coordinadora de eventos las asistía, pero todo había sido pensado con ternura por las hermanas.
Ellyn ya estaba de más de siete meses.
Su vientre, prominente y redondo, parecía una promesa viviente.
El médico le había dicho que todo iba perfecto, que los gemelos podrían llegar incluso a los nueve meses completos.
Melissa, con casi seis meses de embarazo, también irradiaba luz.
Su niña crecía sana, y la energía que sentía en su interior era como una llama suave que la impulsaba a seguir adelante.
Ese día, mientras se alistaban para la celebración,