Al día siguiente, el sonido del mar despertó a Melissa antes que la luz del sol.
Rodrigo aún dormía a su lado, con el rostro sereno, y ella lo contempló un instante, agradeciendo en silencio el amor que ahora llenaba su vida.
Más tarde, caminaron por la orilla, descalzos, riendo como adolescentes, dejando que el agua les mojara los tobillos.
El viento revolvía los cabellos de Melissa, pero a Rodrigo le encantaba verla así, con el vestido suelto ondeando, el rostro enrojecido por el sol y la mirada luminosa.
Eran felices. Plenamente.
Cada momento juntos era una nueva promesa cumplida.
***
Pasada una semana, regresaron a la mansión.
Allí los esperaba una nueva aventura: un viaje familiar.
Esta vez, con todos.
Melissa tomó en brazos a la pequeña Dianella, que balbuceaba alegre, aferrada a su madre como si no quisiera separarse jamás.
—¿Lista para otra aventura, mi amor? —le susurró al oído.
La niña sonrió, y Melissa sintió que su vida estaba completa.
Prepararon todo y, al día siguient