Cualquiera hubiera pensado que una mujer casada, que ama a su esposo, o que por lo menos le tiene un poco de cariño, hubiera saltado sobre su cuerpo, llorando, abrazándolo, pidiendo que abriera los ojos.
Pero Mercedes no lo hizo, aunque si se veía furiosa, con su rostro rojo y el gesto más endurecido que de costumbre, Carmen se sorprendió de tener a la señora interrogándola en vez de estar ayudando a su esposo.
— Yo… No, no lo sé… — Comenzó a tartamudear Carmen, levantando la vista, aturdida. — Estábamos hablando y entonces él, Él me dio una orden y yo no quería y… Él de pronto se enojó… Y un momento después tuvo un dolor… Y… Y… — Los ojos de Carmen iban cristalizándose al tiempo que contaba la historia. — Y luego cayó… Yo intenté ayudarlo, pero…
— ¡Ya deja los lloriqueos y concéntrate, que si sigues balbuceando, no te entiendo nada! — Voceo Mercedes con autoridad. — ¿Tuvo un dolor en el pecho? ¿O en el brazo? ¿Tuvo un infarto? ¿Fue eso? ¿Qué viste?
— S… Sí, yo creo… — Murmuró Car