—Ustedes… — Carolina señaló a Nicolás y a Marcus. — Son tan imbéciles que cayeron en el juego de la sirvienta y de mi hermano, ellos sabían que ustedes querían la fortuna de los Beltrán, así que usaron eso para sacarlos del camino y ustedes cayeron… ¡Par de idiotas! Y además… ¿También querían quedarse con la fortuna de mi familia? ¿Par de traidores? —Aún no me crees, ¿No es así? — Intervino Carmen, incrédula ante el ego inflado de Carolina.—¿Quién te creería? Solo un imbécil caería en este ridículo juego, por favor, ¿una sirvienta, la supuesta heredera que desapareció hace años? Eso solo se ve en las películas y en las novelas… — Soltó Carolina con sarcasmo. — Es obvio que mi hermano financió todo esto porque nunca soportó a mi esposo y a mi hijo, Bastián siempre quiso destruir a mi familia… Y todo empeoró cuando Marcus anunció que se casaría contigo… Su amante, la intocable.—Señorita… — Manuel quiso intervenir, pero Carmen lo atajó con un movimiento de su mano.—Está bien
—¿Qué? — Carmen arrugó el entrecejo, confundida, retrocediendo y Carolina sonrió con satisfacción. — ¿El culpable? ¿De qué hablas? —Seguro que de eso no te habló mi hermanito… — Carolina miró por un instante a su hermano, quien vio algo extraño en su actitud.—¿De qué hablan? — preguntó Bastián sin moverse de su lugar—De nada importante… — Carolina le guiñó un ojo a Carmen. — Vive orgullosa con ese hombre por el resto de tu vida… — Ella se dio la media vuelta para irse atrás de su madre.Carolina dejó a Carmen confundida, ¿qué había sido eso? ¿Otro secreto?, el corazón le latió acelerado a Carmen, cuando repentinamente se escuchó un grito que la hizo sobresaltar.—¡¿Qué?! ¡¿Madre?! ¡¿Me dejas?! ¡Ayúdame! ¡Madre, no me dejes, ayúdame! — Gritó Marcus, desesperado, viendo como Carolina salía de la capilla.—¡Carolina! ¡Vuelve inmediatamente! ¡Carolina! — Le hacía coro Nicolás, pero Carolina nunca volteó.—¡YA CÁLLENLOS! — Ordenó Bastián y un par de hombres agarraron a Mar
—Tu… Tuvieron piedad… Y tú… Tú también puedes tenerla… — Murmuró Marcus, sin levantar el rostro.—¿No quieres saber lo que pasó después? — Preguntó Carmen, agachándose ligeramente para verle la cara. — Un tiempo después, empezaron de nuevo los atentados, con pistas que apuntaban a ciertas personas de la familia… La familia Beltrán volvió a llenarse de sangre, unos contra otros, acabándose, hasta que solo quedaron mis padres y algunos parientes que huyeron…—Eso… Eso no tiene nada que ver conmigo… — Exhaló Marcus, mirando finalmente a Carmen.—Mis padres no tuvieron otra opción más que cuidarse las espaldas, acabando con quien se pusiera en su camino y por eso, terminaron haciendo un acuerdo con la familia Hidalgo, para protegerme… — Carmen se cruzó de brazos, muy seria, frente a Marcus. — Y todo eso ocurrió después de perdonar a ese joven, uno que nadie conocía, uno considerado poca cosa, uno que nadie vio y del que no se supo más, pues sospechosamente ese joven se fue muy lej
—¡Espera, espera! ¡Estoy herido! — Gritó Marcus desde el suelo, siendo arrastrado por el pasillo de la capilla, Bastián se detuvo. — ¡Si me encierran así, moriré por una infección o por la perdida de sangre! ¡Deben llevarme a un hospital primero, para curarme! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Se los suplico!—Oh, cierto, no somos tan insensibles, Marcus, como para dejarte encerrado con una herida abierta, pudriéndote lentamente… — Carmen se acercó a Marcus, se agachó junto a la herida, la observó por un instante con una expresión triste, pensativa, y luego se levantó, sonriendo con ironía. — Ponle un pequeño kit de primeros auxilios en su nueva habitación para que se cure él mismo… —¡¿Qué?! — Marcus abrió los ojos de par en par. — ¿A eso le llamas tener piedad? ¡Moriré infectado!—¿Y acaso tú tuviste piedad de un pequeño niño que lleva tu sangre y de la mujer que te amaba y se entregó a ti sin condiciones? ¡Vamos, explícame entonces! ¿A qué se le llama tener piedad? — Alegó Carmen y M
Dos sirvientas se encargaron de abrir las enormes y antiguas puertas de madera, jalando la manija cada una a cada lado, mientras que las otras cuatro sirvientas de la mansión, esperaban en el pasillo, dos de cada lado, todas con el rostro inclinado, como una reverencia.—Buenas tardes, señor Hidalgo. — Vocearon las seis empleadas al mismo tiempo, como un coro, cuando el dueño y señor de la casa entró.—Buenas tardes. — Mascullo Bastián Hidalgo, entregando el maletín a una de las empleadas, al tiempo que otra lo ayudaba a quitarse el saco.—Señor, la cena se servirá en un momento, si gusta… — Comenzó a explicar una de las sirvientas, cuando la gruesa y autoritaria voz de su jefe la acalló.—No tengo hambre, no deseo comer nada, tuve un día muy pesado en la oficina y me duele la cabeza, así que iré a mi habitación a descansar y no quiero que nadie me moleste… — Gruñó Bastián a todo pulmón.—¡Sí, señor! — Asintieron las seis sirvientas al unísono, manteniendo la cara agachada.
Las grandes puertas del salón principal se abrieron y Bastián Hidalgo hizo su entrada, mientras que terminaba de acomodarse la chaqueta del traje, al mismo tiempo, todas las personas presentes en el salón bajaban la vista en forma de una pequeña reverencia, excepto por una sola persona, su madre.—¡Vaya! Hasta que por fin te puedo ver… — Vocifero Mercedes, la madre de Bastián.—Sabes que siempre estoy muy ocupado, madre… — Bastián levantó la vista, dándose cuenta, finalmente, de que Mercedes, no era la única persona que lo esperaba, pues ella venía con varios invitados más.—Esa no es excusa para que ignores a tu madre, Bastián. — Se quejó Mercedes, al tiempo que levantaba una mano, para que su hijo le besara el dorso, en forma de respeto y como un saludo.—No te he ignorado… — Murmuró Bastián con cierta espina de sospecha, para luego tomar la mano de su madre y besarla, como ella lo esperaba.Una preocupación abordó la mente de Bastián, «¿ha llegado el momento?»—No me res
—Tienes que calmarte… — Fernanda sostenía a Carmen por los hombros, viéndola con determinación a los ojos. — Respira profundo…—Que… Yo… Es que… — Balbuceaba Carmen ya derramando lágrimas.—No puedes volver a permitir que los demás vean que te afecta o todos se enteraran de lo que pasa entre tú y el señor Hidalgo, debes ser más fuerte, Carmen… — Murmuró Fernanda con discreción.—¿Cómo? — Carmen arrugó el entrecejo confundida. — Tú… ¿Tú los sabes? —Por supuesto, no soy estúpida…—¿Todos los saben? — Preguntó Carmen aterrada.—No, claro que no, solo yo lo sé y es porque te conozco, llevo años conociéndote y trabajando con a tu lado con el señor Hidalgo, pero… Si vuelves a ser tan obvia, Carmen, ten por seguro que todos se enteraran… — Le advirtió Fernanda a su amiga. — Ahora, quédate encerrada en tu habitación, llora lo que tengas que llorar, sufre lo que tengas que sufrir y mañana sales a trabajar con la cabeza en alto, como si nada hubiera pasado, ¿entendido? —No… Yo
El día de la fiesta de compromiso había llegado y hasta ahora, aunque con muchas dificultades, Carmen había logrado esquivar a Bastián, para ella, su examante.No fue nada fácil, sobre todo considerando que vivían en la misma mansión, pero era un lugar muy grande en el que ella podía esconderse en el día, cuando él no estuviera trabajando y por las noches, Carmen se esforzaba trabando la puerta de su habitación con algún mueble pesado o se quedaba en la habitación de otra empleada, simulando sentirse mal.Hasta ahora todos sus esfuerzos habían dado sus frutos, pues no tuvo que tropezarse con su jefe y lo poco que vio a Bastián, fue en momentos en los que había alguien más presente, por lo que él no pudo acercarse.Claro, Carmen era muy consiente de que no podría esquivar a Bastián toda la vida, en algún momento ella tendría que volver a enfrentarlo, pero por ahora, era bueno hacerle notar a su jefe, que ella no estaba de acuerdo en seguir con su relación clandestina ahora que él se