No había espacio para dudas, ambos sabían lo que querían.
Por eso, inmediatamente Bastián sacó su mano del delicioso punto con el que jugaba y con determinación, volvió a tomar a Carmen por la cintura, mientras que, por su parte, ella sostuvo el mástil con una mano y con la otra, se sostuvo del hombro de Bastián.
Ambos se miraron a los ojos una vez más, exhalando profundamente, estaban listos.
Bastián levantó a Carmen lo suficiente, acercándola más a su cuerpo y ella acomodó el mástil en la posición correcta entre sus piernas, al bajar, todo entró en el interior de ella, arrancándole a ambos un inevitable gruñido de placer, ligado entre la satisfacción y el alivio.
Era como si finalmente hubieran conseguido la dosis del medicamento que necesitaban para sobrevivir.
Así, luego de un segundo de respiración y acomodo, Carmen comenzó a moverse, sintiendo como todos los músculos de Bastián se tensaban, viendo como todas las venas se le brotaban al tiempo que apretaba la mandíbula.
Ell