Bastián se quedó en silencio por un instante, viéndola directamente con los ojos entrecerrados y la mandíbula apretada, él parecía querer mostrar su habitual máscara de frialdad, como si no le hubieran afectado las palabras de Carmen, pero ella podía ver su disgusto y el dolor.
Al parecer todo lo que Carmen dijo, parecía haber dado justo en el clavo.
— Hemos convivido juntos desde jóvenes, crecimos juntos, Carmen, he hecho todo lo que he podido por ti y… ¿Ni siquiera un voto de confianza me puedes dar?, ¿así es como me quieres pagar? — Mascullo Bastián luego de haberse tomado su momento.
— ¿Cómo te quiero pagar qué cosa…? — Preguntó Carmen, elevando una ceja con incredulidad.
— Cuidé de ti todos estos años…
— ¿Me cuidaste?, ¿así lo recuerdas tú?, por qué yo lo recuerdo muy diferente, Bastián… De cuando éramos jóvenes, recuerdo un dedo acusador y una mirada llena de odio cuando tú y tu madre dijeron que yo era la culpable de la muerte del señor Hidalgo, solo porque no supe qué hac