ADAM
Holly me había asustado mucho, el haberla encontrado en el suelo me heló la sangre. Me sentí algo aliviado al saber que era por su periodo, a pesar de que ella estaba muriéndose de dolor, mantuvo la calma. La vi tan pálida y débil, ni siquiera podía moverse.
No quería moverla anoche, pero me preocupaba un poco los niños, así que me la llevé a casa y le hablé a Michael para que trajera a los niños.
—¿Dónde está Holly? —fue lo primero que me dijo al abrir la puerta.
Los niños se metieron corriendo buscando a su madre.
—Está arriba, cansada—contesté al viejo gruñón.
Michael frunció el ceño.
—Eso es una falta de respeto, y de obligación…
—¿Porqué? —me recargué en el umbral de la puerta—, ella se siente mal, no es porque hubiese estado… ejercitándose conmigo.
—Mami ¿Se siente mal? —preguntó Alice.
—Sí, cariño—por eso vamos a dejarla dormir ¿sí?
—Pero ¿está bien?
—Sí, ya tomó un medicamento.
—¿Qué tiene mi hija?
Me crucé de brazos.
—Su periodo.
Su ceño fruncido se esfumó.
—Ah, tenía ti