HOLLY
Dejé a un Adam hogareño en la cocina y subí a bañarme.
—¿Holly? —lo escuché llamarme poco después, ya estaba por terminar de ducharme.
—¿Si?
Desde aquí su voz sonaba confusa.
—Oh, estaba hablando solo—se quedó tras la puerta de baño— ¿quieres algo más? ¿una bebida?
Ugh, ¿por qué no entra?
Me aferré el albornoz y a propósito abrí mi escote, salí. Masticaba unas moras.
—Ah, que rico hueles—desvió la mirada y tragó—. Entonces, ¿Chocolate caliente?
Tomé aire.
—No, no quiero nada de eso—me acerqué a él.
—¿U… una mora? —me esquivó.
¡Ah, con que esas tenemos!, tengo una ligera idea del porqué me evita, pero… ya han pasado tres meses. Debo presionarlo.
Pasé de largo en silencio, él titubeó, pero seguía en su lugar.
—¿A caso he… hecho algo? —preguntó con inquietud, lo miré de soslayo, parecía agazapado como un perrito.
Tomé mis bragas y lo miré fijamente.
—Me vas a llevar a cenar—exigí—, y prepara una sorpresa, impresióname, no me quedaré en casa viendo una serie aburrida.
Abrió la boca