Fue entonces cuando la ventanilla del auto se bajó con un zumbido eléctrico, y la cara de Matteo apareció, con una ceja levantada y una sonrisa que delataba que había visto demasiado.
—¿"Hasta muy pronto"? —repitió, exagerando el tono de Alexander—. Porque yo solo manejo hasta el estudio, cariño. Si quieren que los lleve a un motel, hay que avisarme con anticipación.
Abril sintió que el calor le subía por el cuello hasta las mejillas.
—Matteo, por Dios— protestó, mientras se acomodaba en el asiento trasero con la elegancia de alguien que intenta no parecer afectada.
El auto arrancó. Dentro del auto, Abril se hundió en el asiento, cubriéndose la cara con las manos.
—¿En serio? ¿El comentario del motel? —gruñó.
Matteo lanzó una carcajada, disfrutando cada segundo.
—Oh, por favor. Hace unos meses llorabas por un hombre que no sabía distinguir entre un risotto y un manual de neurociencia. Ahora tienes a Alexander Wolfe mirándote como si fueras el postre que se saltó. ¡Déjame disfrutar este