El amanecer bañaba la casa Thoberck con un resplandor dorado que parecía anunciar un nuevo comienzo.
El reloj marcaba las seis y media cuando Emilia abrió los ojos, todavía con el cansancio en el cuerpo, pero con una sensación distinta: hoy sería su primer día de regreso al trabajo.
A su lado, Lucas dormía abrazando una de las almohadas, despeinado, con ese aire despreocupado que solo mostraba cuando estaba en casa. Emilia lo observó unos segundos, con el corazón lleno de ternura. Había pasado tanto tiempo desde aquella mujer insegura y herida… ahora era madre, esposa y una profesional decidida a retomar su vocación.
—Lucas —susurró, acariciándole el cabello. Él abrió los ojos lentamente y sonrió.
—Buenos días, amor… —murmuró, con voz adormecida—. ¿Ya lista para conquistar el mundo otra vez?
Emilia sonrió, dejando escapar una risita suave.
—No sé si conquistar, pero al menos empezar a recordarle quién soy —bromeó, mientras se levantaba con cuidado para no despertar a Fiorela, que d