La mañana amaneció con un cielo despejado, como si la ciudad misma quisiera bendecir ese día especial. Emilia, acompañada de Sofía y su novio, llegó temprano a la iglesia para ultimar los detalles. Los vitrales proyectaban haces de colores sobre el piso de mármol, y cada rayo de luz parecía acariciar las paredes sagradas.
—Es más hermosa de lo que recordaba —murmuró Emilia, con los ojos humedecidos.
Sofía la tomó del brazo, sonriendo.
—Te lo dije, hoy será perfecto. No hay nada que temer, Emi. Todo encajará como siempre soñaste.
El corazón de Emilia se llenó de nostalgia al imaginar a sus abuelos. Los sintió presentes, en cada luz que se filtraba, en cada banco de madera que guardaba historias de fe.
Horas después, los bancos de la iglesia se fueron llenando de familiares y amigos. Lucas, vestido de negro impecable con un chaleco color beige, esperaba en el altar con una mezcla de nervios y emoción.
Las puertas se abrieron, comenzaron a pasar los damas de honor, el tío Erico con Eze