Habían pasado seis meses desde aquella tarde de lluvia. Seis meses de reconstruir, palabra por palabra, todo lo que la separación había roto.
Lucas y Emilia vivían ahora una rutina tejida de complicidad: desayunos que se alargaban entre risas, noches de trabajo compartido en TecnoInv, mensajes a media mañana solo para decir “te pienso”.
La herida del pasado no desapareció de inmediato, pero el amor creció en los huecos.
Cada día juntos era un acto de perdón y una nueva promesa.
Esa mañana, Lucas la sorprendió con flores en la agencia.
—¿Cena en el lago este sábado? —preguntó, con esa media sonrisa que siempre le derretía las defensas.
—Solo si tú cocinas —bromeó Emilia, atrapando su mano.
Lucas iba a responder cuando el tono urgente del teléfono de Emilia quebró la burbuja. Un mensaje de Sofía, su amiga en la Policía de Investigaciones:
“Necesito verte. Es importante. Caso Rafaela Brock”.
El nombre la golpeó como una piedra.
Rafaela Brock, la mujer que había conspirado para hundir T