El informe final llegó esa madrugada como un puñal envuelto en papel: transferencias que partían de cuentas internas, correos firmados desde direcciones corporativas, registros de acceso a servidores en horas impares. Emilia lo repasó una y otra vez, incapaz de creer la claridad de la traza. Habían encontrado a alguien implicado.
—Hugo Del Valle —murmuró Maike, señalando la pantalla—. Director de Operaciones. Firmas digitales con su nombre y un patrón que encaja con las cuentas espejo. Tiene acceso directo a los proyectos que luego se venden a compradores externos.
Emilia sintió un frío que no era por la noche. La línea de comunicación mostraba algo más: un intercambio de correos con una usuaria de alto rango que aparecía recurrentemente en las autorizaciones. El nombre en el encabezado la dejó sin aire: rafaela.brock@tecnoinv.com (technological innovation)
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La sala pareció encogerse. Todo el tiempo habían estado siguiendo piezas dispersas y, sin querer, habían llegado a alguien cerc