POV: Helena
El tiempo se detuvo cuando el Juez Supremo, el anciano Moretti, lanzó el veredicto. Las palabras martillearon la cripta, pero a mí me golpearon directamente en el alma:
—Ambas son, sin lugar a dudas, sus hijas, Franco Moretti. Serov manipuló el parto y la información, no el linaje.
Sentí que el aire regresaba a mis pulmones. Un torrente de alivio puro me inundó, tan violento que tuve que cerrar los ojos. Elisa. Liana. Mis dos niñas, mis Esmeraldas, eran cien por ciento de la sangre de Franco. La amenaza de la violación, la pesadilla de la sangre de Serov en una de mis hijas, se desvaneció. Estaban a salvo. Estábamos a salvo.
Pero la liberación fue breve. El Juez no se detuvo, su voz se elevó, convirtiendo mi victoria biológica en la derrota política de mi esposo.
—Su plan no era contaminar el linaje, ¡era hacer que usted lo rechazara! Usted dudó de su propia sangre por el miedo a Serov. El plan de su primo era doble: hacerle dudar de su primogénita y dejar a la segunda Esm