POV: Franco
El confinamiento no era una celda. Era una suite, antigua y suntuosa, ubicada en el ala norte del Palazzo. Las paredes estaban revestidas con tapices de seda carmesí, pero las ventanas eran de vidrio blindado, insonorizadas y con cierre electrónico. Era una jaula dorada, un trono sin poder.
Me senté en el borde de la cama, la cabeza gacha. El eco de la sentencia del Juez Supremo seguía resonando en mi mente: "Usted ha fallado la prueba de lealtad a su linaje."
La humillación era más corrosiva que cualquier herida física. Yo, Franco Moretti, el líder indiscutible, había sido derrocado no por un ejército o una bala, sino por mi propia paranoia y mi duda.
Serov no necesitó inyectarle su semen; solo necesitó inyectarme su desconfianza. Ganó. Me hizo dudar de la mujer que amo y de la sangre que corre por mis venas. Me hizo rechazar la custodia de mi propia hija. A mis propias hijas
La rabia era una cosa viva, un animal que arañaba mis entrañas. Era un veneno dulce porque, en me