31. Solo de nuevo
Fausto.
—¿He sido claro o necesitas que te lo explique con manzanitas?—. César negó rápidamente cuando hablé y regresó la vista a su iPad mientras la Suburban seguía su camino con nosotros dos dentro.
Me recosté contra el sillón de piel para mirar a través del blindado y polarizado vidrio.
Teníamos muchas cosas que hacer este año. Las campañas políticas para la presidencia iniciarían muy pronto y necesitaba tener todo preparado.
Aun con la balanza a mi favor, debía ser más precavido que el resto.
Quise quitar a César del puesto que le había dado como asistente, pero ya era muy tarde. No podía deshacerme de él hasta que pasaran las elecciones.
Lo miré con desagrado antes de volver la vista a la ventana.
No me tenía nada contento las fotos comprometedoras de él con otro hombre que mis informantes me habían entregado. Pero no iba a quebrarme la cabeza con eso ahora.
No tenía tiempo. Bastante tenía con la pendeja de mi hermana, que sí era un problema real al haberse ido con los Salazar.