28. El dolor adentro
Indra.
Volví a escuchar otro azote de puerta a lo lejos y suspire. Podría jurar que nuestras puertas eran especialmente resistentes, porque no había modo alguno de que ninguna puerta soportara lo que los hermanos Salazar le hacían a las suyas.
Con Victoria parada frente a mi sin sus altos tacones o sus extravagantes pelucas, se veía tan chiquita.
—Te ves muy bien Indra— me dijo Victoria tratando de sonar amable aunque ella también se veía tan nerviosa como yo, sus ojos estaban abiertos de más y sus manos apretadas contra sus brazos. Parecía que su verdadero miedo no era Dante Salazar, si no yo.
A pesar de ser la hermana de alguien importante. Ella nunca tuvo el estilo de vida de un Villanueva. Victoria no sabía lo que era la guerra, la corrupción, la tortura. Ella no entendía todo lo que había detrás de la importante figura de su padre o su hermano. Solo vivía en su mundo de fantasía.
—Victoria...no creo que te hayas expuesto tanto solo para ver mi físico— le dije alzando una ceja