Alguna aldea del valle, cerca de la manada Blanca
A la fuerza, Alter llevó a Gro frente a Akal. Las bolsas de sus compras habían quedado desperdigadas en el mercado; las flores, pisoteadas por las gentes que no miraban hacia abajo.
—¡Mira a quién he encontrado! Este insolente siempre estuvo aquí mientras yo lo buscaba por todas partes —se quejó Alter, con frustración en su voz.
—Es una buena noticia, pues Gro sigue en tu destino después de todo —inspeccionó al muchacho, que estaba bastante golpeado—. ¿Te han maltratado en este lugar?
—¡Ha sido la bestia en la que convertiste a Alter! —respondió furioso y se encogió ante el ademán del Liak de darle un nuevo golpe.
Akal se interpuso y le pidió a Alter que los dejara a solas.
—Toma asiento, para que conversemos con calma —pidió. Gro se sentó en el comedor de la pequeña cabaña que los Liaks habían reclamado como suya—. No justificaré el comportamiento de Alter, pues él es responsable de sus acciones, pero tu ausencia lo ha afectado p