Al ver el agotamiento en su cara, la euforia en los ojos de Paolo se desvaneció, reemplazada por una sombra de remordimiento. Sintió un fuerte pesar.
Sabía que una noche así era demasiado para su cuerpo delicado, pero simplemente no pudo controlarse. Era un deseo de posesión que lo desbordaba.
Nunca había perdido el control de esa manera. Sentía como si ocho años de emociones contenidas se hubieran acumulado durante la semana que ella estuvo inconsciente, a punto de hacerlo estallar. Necesitaba liberarlas con urgencia. Si ella no hubiera despertado a tiempo, no se atrevía ni a imaginar las consecuencias.
Se movió dentro de ella sin piedad. Sabía que la lastimaba, que ella no podía soportarlo, pero le fue imposible detenerse. Quería estar pegado a ella, sin dejar el más mínimo espacio, llenar de golpe el vacío de los últimos ocho años y hacerla suya sin más demora.
Su Cristi. Solo suya.
Se quedó observándola mientras ella dormía en sus brazos. El tiempo pasó lentamente, y los primeros