Michael sabía que debía enfrentar su pasado, limar asperezas con su familia y con aquellos a quienes había herido con su egoísmo. Entre ellos, su hermana Juliana, a quien había separado del hombre que amaba. Estuvo a punto de asesinar a su propio sobrino y, en un acto de furia ciega, había intentado matar a Pedro. Al recordar todo aquello, se horrorizó. No podía continuar con esa carga.
—Invitaré a toda la familia y me disculparé con todos —se dijo, convencido—. Ellos entenderán.
Llamó a Isabel. Necesitaba verla, compartirle sus pensamientos… y también estar con ella. Ya la había tenido en cuerpo y alma, y ahora la quería para siempre. Isabel también deseaba estar a su lado.
Después de hacer el amor con ternura y pasión, Michael le habló de su plan. Isabel lo escuchó con atención y le pareció una buena idea. Él debía hacer lo que fuera necesario para ganarse el respeto —y quizás el perdón— de su familia.
La reunión quedó pactada para la tarde del día siguiente.
Michael le pidió permis