—Te voy a demostrar que Isabel será mía. Ya no soy un niño, Michael. Veamos quién gana esta guerra, hermano —dijo Junior antes de marcharse, dejando a Michael con un sabor amargo. Jamás pensó que se enfrentaría a Junior, a quien consideraba un hermano y por quien sentía un gran aprecio. Ahora estaban peleando por una mujer.
Michael también daría la pelea; deseaba a Isabel con un ardiente deseo.
Isabel se había convertido en una obsesión para Michael. No podía sacarla de su cabeza. Deseaba su boca, su armonioso cuerpo... Quería tocarla, hacerla suya, completamente suya, y no le importaba cómo lo conseguiría.
Sabía que esa obsesión no era sana y que le traería muchos problemas, pero el deseo podía más que cualquier consecuencia futura.
Después del altercado, Carlos se fue a su oficina. Sirvió un vaso de licor, se sentó en su sillón y bebió casi todo.
—¿Por qué te pareces tanto a Mary? —murmuró antes de dar otro sorbo. Luego se levantó decidido a poner fin a tantos interrogantes.
Sal