- Creo que deberíamos ir a dormir -dijo Juliana.- Sí, es mejor -contestó Isabel.- ¿Por qué no me brindaste a mí? Yo también tengo mucha hambre, Isabel -las dos lo miraron sorprendidas.- Ya se lo preparo -dijo ella muy diligente. Michael siguió observando a Isabel; no le importaba lo que su hermana pudiera pensar de él. Toda ella era una tentación; el pijama era muy corto, ajustado y seductor, haciendo que Michael no pudiera apartar la mirada de su armonioso cuerpo.Juliana observaba la situación y no le agradaba para nada. Su hermano no podía estar con ella; era una niña y, además, muy inocente. En cambio, él era un mujeriego que hacía lo que quería y cuando quería.Pronto Isabel trajo dos sándwiches y se los ofreció a Michael. Este les dio poca importancia; solo se limitaba a observarla a ella sin ningún pudor. Isabel se sintió desnuda y experimentó un poco de temor por cómo él continuaba mirándola; así era como la miraba su tío John cuando estaba frente a ella. Se fue hasta su ha
—Padre mío, ¿qué te puedo decir? Así soy yo —dijo, sentándose junto a los demás.—Eres una cínica. ¿Por qué me causas tantos problemas?—Padre, soy tan parecida a ti —dijo en tono burlón.—¡Ya! Terminen esta conversación, por favor —levantó la voz Margaret. Todos la miraron, ya que jamás se salía de sus casillas.—Michael, ¿dónde estuviste anoche? —replicó Marcela, sin importar el enojo de sus padres—. Te busqué por todas partes y me dijeron que te habías marchado sin que la fiesta terminara.—Porque se fue con Isabel —contestó Junior.—¿Acaso esta Isabel es tu nueva amiguita, Michael? —rió Marcela.—¡No quiero que te acerques a esa chica, Michael! —dijo Carlos, señalándolo.—¿Sucede algo, padrino? —preguntó Michael, extrañado.—No sucede nada, Michael. Es solo que no quiero que se acerquen a esa chica.—¿Acaso, padre, la quieres para ti? —replicó Marcela, burlonamente.—Por favor, Marcela —dijo Margaret, tratando de calmar los ánimos.—Papá, Isabel me interesa —dijo Junior, bastante
—Como usted mande, padrino —contestó Michael, preocupado.No había visto las cosas con claridad. La preocupación de su padrino se debía al nombre Mary. ¿Acaso era la misma Mary que trabajaba en la hacienda? ¿Y si Isabel tenía algo que ver con ella? Solo una persona podía sacarlo de dudas. No era muy grato hablar con Marcela, pero ella sí podría saber de qué Mary estaban hablando y qué conexión tenía con la familia.—¿A qué debo el honor de tu llamada? —contestó Marcela al ver quién la llamaba.—Quiero pedirte un favor. ¿Tú sabes quién es Mary?—¡Ese favor te va a costar, mi querido Michael!—¿Sabes o no sabes quién es Mary? —replicó Michael, un tanto enojado. Marcela siempre andaba jugando, y eso le molestaba sobremanera.—Me encanta cuando te enojas —rió a carcajadas—. ¿No me digas que no te acuerdas de Mary? ¡Mary! Era nuestra niñera, tu querida amiga. Muy hermosa, la condenada, por cierto. Papá estaba obsesionado con ella.—¿Y qué pasó con ella? —preguntó Michael, insistente.—Se c
Isabel debía casarse. Era la única forma de poder disponer de su herencia. Y debía hacerlo pronto, antes de que John hiciera quién sabe qué cosa con lo que aún quedaba intacto.Aquellas palabras dejaron a las dos mujeres completamente desconcertadas. Isabel sentía que su mundo se deshacía entre los dedos. ¿En qué momento su vida, tan perfectamente estructurada, se había convertido en un infierno?Había perdido a su madre. Vivía con personas que no eran su familia. Había renunciado a todas sus comodidades. Y ahora, tenía que Por un instante, deseó que todo acabara. Pensó en alejcasarse... o perderlo todo. Pensó en alejarse, rendirse, dejar que su tío se quedara con todo… Pero Juliana no se lo permitió. Le recordó que no podía darle el gusto a un hombre como ese, un miserable sin escrúpulos.—¿Pero con quién se supone que debo casarme? —preguntó Isabel, con los ojos brillosos de angustia—. ¿Por qué no aparece mi madre? ¿Qué le habrá ocurrido? Esto... esto es terrible.Los días que sigu
Mientras tanto, John sentía que había logrado su cometido. Isabel estaba justo donde él quería: sola, vulnerable, sin nadie que pudiera defenderla.—Nos casaremos mañana mismo —le dijo, bebiendo un sorbo de whisky, su risa áspera retumbando por toda la habitación—. Te conviene a ti... y sobre todo a mí. La herencia de la familia volverá a las manos que le corresponden. Soy el único Martin que queda con sangre pura. Por derecho, todo me pertenece.—¡Eso no es cierto! ¡Mi madre está viva, lo sé! —gritó Isabel entre lágrimas, la voz quebrada por la desesperación.John se acercó a ella, sonriendo con desdén.—Rafaela ya no está. Eres una ilusa, Isabel. Yo mismo me encargué de ella. Ahora solo quedamos tú y yo... y esta noche será la primera de muchas.Sin darle tiempo a reaccionar, la tomó con violencia y la arrojó a la cama. Isabel, aún adolorida por los golpes anteriores, apenas podía defenderse. Pero estaba viva, y mientras tuviera un solo aliento, no dejaría que la humillaran sin pele
El trinar de los pájaros rasgó el silencio, anunciando que el amanecer había llegado. Isabel, aunque aún confundida y dolorida, retomó su camino. Reconoció el río del pueblo y, a lo lejos, el ruido de los autos en la carretera le devolvió un hilo de esperanza. Si lograba llegar hasta allí, tal vez alguien podría ayudarla.Caminando entre la hierba y la maleza, se abrió paso con desesperación, luchando contra el cansancio que atenazaba su cuerpo herido. Se sentó sobre una piedra para recuperar fuerzas, pero apenas pudo cerrar los ojos: unos pasos crujieron en la maleza cercana. Sin pensarlo, se levantó y echó a correr, el corazón golpeándole el pecho, huyendo del monstruo llamado John.El dolor de la golpiza recibida punzaba cada músculo, pero su voluntad era más fuerte: tenía que sobrevivir.Mientras tanto, Michael y Juliana llevaban horas buscándola. Desde el día anterior no habían descansado. Al llegar a la imponente casa Martín, tocaron la puerta una y otra vez, pero nadie respondi
Mientras tanto, en el hospital, Pedro despertó del coma en el que se encontraba hacía más de un año. Su médico llamó a Juliana, ya que era la única persona cercana a él y quien, durante todo ese tiempo, no dejó de visitarlo ni un solo día.La alegría se apoderó de ella. Tomó al pequeño y partió rumbo al hospital, sin querer molestar a Isabel, quien aún dormía, y con Michael ya ausente.Pedro estaba siendo valorado por el personal médico. Una enfermera invitó a Juliana a pasar a la habitación. Ella se quedó a un lado, en silencio, mientras uno de los médicos se acercaba a Pedro.—¿Recuerdas a esta mujer? —preguntó el doctor.Pedro la miró fijamente, pero negó con la cabeza. Tocó su sien, como esforzándose por recordar. Juliana sintió un nudo en el corazón.Cuando el personal médico abandonó la habitación, ella se acercó a él.—Pedro, soy Juliana... tu mujer. Y este hermoso bebé —dijo acariciándolo— es tu hijo.Pedro sonrió, extendió los brazos y tomó al pequeño entre ellos. Juliana, em
Isabel no vio otra salida que casarse con Michael. Necesitaba recuperar su fortuna y contratar a un investigador que encontrara a su madre y la trajera sana y salva. No tenía un solo peso en los bolsillos, y Juliana tampoco. No quería ser una carga para Michael, ni depender de él económicamente. Además, deseaba alejarse de ese pueblo que tan pocos buenos recuerdos le había dejado.Michael llegó al apartamento alrededor de las nueve de la noche, luego de recibir la llamada de Juliana. Ella ya le había adelantado un poco sobre el favor que Isabel pensaba pedirle.Se sentaron en la gran sala. Michael se dirigió al bar, se sirvió un vaso de whisky y regresó con las dos mujeres.—Quiero casarme con usted —dijo Isabel sin entusiasmo, pero mirándolo a los ojos.Michael, sorprendido por la propuesta, tomó un sorbo de su vaso.—Es un favor que quiero pedirle… si usted acepta —añadió ella.—Yo acepto, pero con una condición —respondió él.—¿Qué condición? —preguntó Isabel, algo asustada ante lo