—Gracias, Isabel —contestó Diane antes de besar apasionadamente a Junior.
Mientras se besaban, Junior miró a Isabel de reojo, pero ella había dirigido su atención a otro lugar. Michael, con una copa en la mano, le guiñó un ojo. Isabel apartó la mirada de inmediato y, al hacerlo, se encontró con los ojos de Junior, llenos de furia.
Justo en ese momento, Juliana llegó, lo que Isabel aprovechó para decirle que quería marcharse. Junior y Diane se alejaron para saludar a otros compañeros de la universidad.
—No seas aguafiestas, espera un poco más y nos vamos juntas. Michael nos llevará —insistió Juliana.
—¡No! Mejor nos vamos en taxi.
—¿Cómo crees que nos vamos a ir con un extraño? Si tenemos conductor propio.
—No quiero irme con tu hermano.
—¿Qué te hizo mi hermano que no me puedes decir? —rió Juliana, intrigada.
—No quiero incomodar a nadie, es todo.
La fiesta continuaba, y los campesinos y trabajadores de la hacienda la disfrutaban al máximo. Después de todo, era un evento en su honor.