Juliana agradeció a su hermano por su ayuda. Isabel, aunque también valoraba el gesto generoso de Michael, no podía evitar sentirse incómoda. Extrañaba su casa, su cama, su habitación... extrañaba todo. Pero lo que más la inquietaba era la forma en que Michael la observaba. En su mirada azul había algo extraño, quizás desprecio, tal vez algo más. Para evitarlo, prefería no mirarlo directamente a los ojos.—Espero que se sientan cómodas —dijo Michael con un tono neutro—. Casi no uso este apartamento, pero siempre me preocupo de que esté limpio por si alguien lo necesita.—¿Aquí es donde traes a todas tus novias? —preguntó Juliana con una risita burlona.Michael la miró con una sonrisa en los labios antes de tomarla en sus brazos y darle un fuerte abrazo, seguido de un beso en la frente. Pero el momento se rompió abruptamente con el llanto del bebé, proveniente de la habitación. Isabel corrió hacia él y lo arrulló contra su pecho, mientras Juliana, con manos temblorosas, buscaba el bibe
De la noche a la mañana, la vida de Isabel había dado un giro sorprendente. De ser la reina del hogar, donde todo lo tenía y sus deseos se convertían en realidad, ahora estaba con lo poco que pudo empacar en una pequeña maleta. Dependía completamente de personas que, aunque buenas, seguían siendo extrañas para ella.Nunca antes había lavado un plato, ni tomado una escoba para barrer, mucho menos para limpiar. Y ahora se encontraba realizando labores domésticas. Sin embargo, no le molestaba. Lo hacía con gusto, como una forma de agradecer a quienes le habían brindado refugio.Una tarde, después de clases, su teléfono sonó. Miró la pantalla y vio un número desconocido. Dudó por un momento, pero finalmente decidió contestar.—¿Hola?—¿Hija? ¿Eres tú?—¿Mamá? ¿Dónde estás? ¿Por qué...?—Hija, escucha con atención. Tengo poco tiempo. Quiero que salgas de la casa, hazlo cuanto antes. No confíes en John. Dile a Juliana que te saque de ahí. Yo estoy bien, no te preocupes. Pronto nos veremos.
Isabel no se daba cuenta, pero desde que Michael llegó, no le había quitado los ojos de encima. La observaba detenidamente cada vez que ella salía de la habitación para mirarse en el gran espejo que estaba en la mitad del salón.Michael siempre había admirado la belleza femenina, y para él, Isabel era la mujer más hermosa que había visto. Sin embargo, había algo que le molestaba profundamente: ella era la eterna enamorada de Junior, tenía un hijo y, además, era de tez morena. Para Michael, esto último era un gran conflicto. Un hombre racista sin saber bien por qué, incapaz de tolerar la presencia de personas de color en su entorno.Pero con Isabel era distinto. No entendía en qué momento comenzó a sentir atracción por ella. Siempre la había observado desde lejos, viéndola como una niña, demasiado joven para su gusto. Sin embargo, le gustaba, la deseaba, y lo que más ambicionaba era tenerla en su cama.Por su parte, Isabel detestaba la forma en que Michael la miraba. Sentía cómo la des
—Gracias, Isabel —contestó Diane antes de besar apasionadamente a Junior.Mientras se besaban, Junior miró a Isabel de reojo, pero ella había dirigido su atención a otro lugar. Michael, con una copa en la mano, le guiñó un ojo. Isabel apartó la mirada de inmediato y, al hacerlo, se encontró con los ojos de Junior, llenos de furia.Justo en ese momento, Juliana llegó, lo que Isabel aprovechó para decirle que quería marcharse. Junior y Diane se alejaron para saludar a otros compañeros de la universidad.—No seas aguafiestas, espera un poco más y nos vamos juntas. Michael nos llevará —insistió Juliana.—¡No! Mejor nos vamos en taxi.—¿Cómo crees que nos vamos a ir con un extraño? Si tenemos conductor propio.—No quiero irme con tu hermano.—¿Qué te hizo mi hermano que no me puedes decir? —rió Juliana, intrigada.—No quiero incomodar a nadie, es todo.La fiesta continuaba, y los campesinos y trabajadores de la hacienda la disfrutaban al máximo. Después de todo, era un evento en su honor.
—Te voy a demostrar que Isabel será mía. Ya no soy un niño, Michael. Veamos quién gana esta guerra, hermano —dijo Junior antes de marcharse, dejando a Michael con un sabor amargo. Jamás pensó que se enfrentaría a Junior, a quien consideraba un hermano y por quien sentía un gran aprecio. Ahora estaban peleando por una mujer. Michael también daría la pelea; deseaba a Isabel con un ardiente deseo.Isabel se había convertido en una obsesión para Michael. No podía sacarla de su cabeza. Deseaba su boca, su armonioso cuerpo... Quería tocarla, hacerla suya, completamente suya, y no le importaba cómo lo conseguiría. Sabía que esa obsesión no era sana y que le traería muchos problemas, pero el deseo podía más que cualquier consecuencia futura.Después del altercado, Carlos se fue a su oficina. Sirvió un vaso de licor, se sentó en su sillón y bebió casi todo. —¿Por qué te pareces tanto a Mary? —murmuró antes de dar otro sorbo. Luego se levantó decidido a poner fin a tantos interrogantes. Sal
Al llegar al apartamento, Isabel fue directamente a su habitación.—¿Michael, te vas a quedar? —preguntó Juliana.—Sí, ya está muy tarde para irme a la hacienda. Me quedaré en el sofá —respondió él.Juliana aprovechó el momento para llamar a su madre y preguntar por su hijo. Mientras tanto, Isabel se metió a la ducha para tomar un baño caliente y relajarse antes de dormir.Michael, al notar que nadie lo observaba, se deslizó silenciosamente hacia la habitación de Isabel. Se acercó hasta el baño y la miró mientras se bañaba. Su cuerpo desnudo bajo la regadera lo excitaba profundamente. De pronto, escuchó la voz de su hermana llamándolo:—¿Qué hacías en la habitación de Isabel?—Yo… estaba… buscando unas cobijas —respondió nervioso.—Necesito hablar contigo muy seriamente, Michael —dijo Juliana con firmeza.Ambos se dirigieron a la habitación que ella ocupaba. Michael se sentó al borde de la cama mientras Juliana permanecía de pie.—Te he estado observando, y no me gusta para nada la fo
- Creo que deberíamos ir a dormir -dijo Juliana.- Sí, es mejor -contestó Isabel.- ¿Por qué no me brindaste a mí? Yo también tengo mucha hambre, Isabel -las dos lo miraron sorprendidas.- Ya se lo preparo -dijo ella muy diligente. Michael siguió observando a Isabel; no le importaba lo que su hermana pudiera pensar de él. Toda ella era una tentación; el pijama era muy corto, ajustado y seductor, haciendo que Michael no pudiera apartar la mirada de su armonioso cuerpo.Juliana observaba la situación y no le agradaba para nada. Su hermano no podía estar con ella; era una niña y, además, muy inocente. En cambio, él era un mujeriego que hacía lo que quería y cuando quería.Pronto Isabel trajo dos sándwiches y se los ofreció a Michael. Este les dio poca importancia; solo se limitaba a observarla a ella sin ningún pudor. Isabel se sintió desnuda y experimentó un poco de temor por cómo él continuaba mirándola; así era como la miraba su tío John cuando estaba frente a ella. Se fue hasta su ha
—Padre mío, ¿qué te puedo decir? Así soy yo —dijo, sentándose junto a los demás.—Eres una cínica. ¿Por qué me causas tantos problemas?—Padre, soy tan parecida a ti —dijo en tono burlón.—¡Ya! Terminen esta conversación, por favor —levantó la voz Margaret. Todos la miraron, ya que jamás se salía de sus casillas.—Michael, ¿dónde estuviste anoche? —replicó Marcela, sin importar el enojo de sus padres—. Te busqué por todas partes y me dijeron que te habías marchado sin que la fiesta terminara.—Porque se fue con Isabel —contestó Junior.—¿Acaso esta Isabel es tu nueva amiguita, Michael? —rió Marcela.—¡No quiero que te acerques a esa chica, Michael! —dijo Carlos, señalándolo.—¿Sucede algo, padrino? —preguntó Michael, extrañado.—No sucede nada, Michael. Es solo que no quiero que se acerquen a esa chica.—¿Acaso, padre, la quieres para ti? —replicó Marcela, burlonamente.—Por favor, Marcela —dijo Margaret, tratando de calmar los ánimos.—Papá, Isabel me interesa —dijo Junior, bastante