SIENNA
El primer rayo de luz se cuela por la rendija de las cortinas y me obliga a abrir los ojos. Todavía no son las seis de la mañana. Perfecto.
Hoy he decidido que no voy a quedarme cruzada de brazos. Si voy a estar atrapada en esta mansión, al menos voy a aprovecharlo. Es hora de conocer el terreno, ubicar puntos débiles, salidas, ventanas… cualquier cosa que me diga cómo demonios podría huir si algún día lo necesito. O si alguien más lo hace por mí.
Me levanto despacio, me estiro un poco y camino directo al baño. El agua caliente cae sobre mi piel como un pequeño lujo que me niego a disfrutar del todo. No quiero que nada de esta prisión de oro me guste. Pero me gusta. Es un baño enorme, de mármol blanco con grifería dorada, y la tina podría fácilmente ser una pequeña piscina. Me sumerjo en ella y cierro los ojos unos minutos, dejando que el silencio me envuelva, que el vapor me aclare un poco la mente.
Después de casi media hora, salgo con el cabello escurriendo, envuelta en una