44. ¿Dónde puedo encontrar esperanza?
Indra.
Creí escuchar los gritos de Enzo detrás de la puerta, pero no me moví. No me interesaba contestarle.
Sentía el cuerpo helado, y el extraño nudo en mi garganta no lograba subir hasta convertirse en el grito que sabía que necesitaba soltar.
Permanecí pasmada en la silla de piel dentro de la oficina privada de Fausto, en su antigua casa.
La misma mansión que había sido testigo de cómo nuestro amor floreció... hasta pudrirse en esto.
Aunque ya no tenía la nevera frente a mí, las sencillas ropas de manta blanca que llevaba seguían manchadas de carmesí.
El olor a muerte se colaba en cada respiración, pese a que Enzo, en un parpadeo, había obligado al personal de limpieza a abrir todas las ventanas y a asear con litros de cloro cada rincón de la casa.
Aun así, el hedor seguía impregnado en el aire. O quizá solo dentro de mí.
Me negué a hablar, a comer, a moverme de ese lugar... hasta que Fausto regresara.
No lloré. Me sentía vacía.
Esto debía ser una maldita pesadilla.
Frente a mí, c