Unos días después
New York
Karina
Las últimas semanas con Lance habían sido un ir y venir de momentos robados. Nos veíamos todo lo que podíamos: después de la oficina cenábamos en algún restaurante pequeño o, los sábados, salíamos como una pareja normal. A él no le encantaba esta rutina; ya me lo había repetido más de una vez. Sin embargo, más de una mañana me había sorprendido estacionado frente a mi edificio, esperando llevarme al trabajo sin previo aviso.
Ese día no fue diferente. Al salir del edificio, el aire fresco de la mañana me rozó la piel, y ahí estaba su auto, brillante bajo la luz del sol. Lance bajó de inmediato, caminando hacia mí con paso seguro y una sonrisa que parecía encenderle la mirada.
—Hola, amor… te extrañaba —su voz cálida me envolvió mientras me daba un beso lento, como si quisiera prolongar el momento.
—Lance, yo también te extrañaba. ¿Nos vamos? —dije con una sonrisa, y él, con ese gesto caballeroso que tanto me gusta, me abrió la puerta. Subí al asiento,