Unas horas más tarde
Cataluña, Banyoles, España
Lance
Habíamos abordado uno de los aviones de la empresa. Le había dicho a Karina que sería un viaje largo, de unas seis horas, y que lo mejor sería que descansara un par de horas en la pequeña habitación de la aeronave mientras yo me quedaba en un asiento cercano, con la espalda apoyada en la pared y los brazos cruzados, intentando calmar la ansiedad que me recorría como un hilo de fuego por todo el cuerpo.
El zumbido constante de los motores se mezclaba con el murmullo de los pasajeros, y yo no podía evitar mirar de reojo la puerta de su habitación cada pocos minutos, preocupado por si se despertaba. Cada vez que la veía asomarse por la puerta, mi corazón se aceleraba y un nudo me aprisionaba la garganta.
Después de un par de horas, la puerta se abrió y Karina apareció con el cabello ligeramente despeinado y los ojos grandes, llenos de curiosidad y cansancio. Su voz temblaba mientras me preguntaba:
—¿A dónde vamos?
Intenté sonreír, aunq