Enero, 2012
Londres
Lance
Hemos regresado hace poco de Nueva York. Fueron días intensos, familiares… necesarios. Después de la muerte de mi padre me perdí en un egoísmo silencioso; me refugié en el trabajo y en el ruido. Pero ahora todo cambió. Karina me enseñó a mirar distinto, a valorar lo simple, a necesitar menos y sentir más.
El clic de la puerta me saca de mis pensamientos. Michael entra sin tocar, con su habitual elegancia contenida.
—Michael —exhalo, dejando la pluma—, ahora no tengo tiempo, voy de salida.
Él se acomoda la corbata y sonríe con esa calma estudiada que me crispa.
—Solo quería confirmar si revisaste mi propuesta para la adquisición de la compañía.
—No tuve tiempo. Lo hablamos mañana, tengo un compromiso.
—No puede esperar, Lance. Es importante —su tono se endurece apenas, pero hay algo casi calculado en su mirada.
Apoyo las manos sobre el escritorio y contengo la impaciencia.
—Tendrá que esperar. Mañana, a primera hora.
Recojo mis cosas, paso junto a él y noto que