Tan tuya, tan mío
El mismo día

New York

Karina

Supongo que no existe un manual para volver a juntar los pedazos del corazón.

Para aprender a mirar sin rabia, para volver a confiar, para quedarse después del daño. Quizás amar también sea eso: seguir eligiéndose, incluso entre ruinas.

Sí, me costó escuchar a Lance. Abrir los ojos, torcer el orgullo, dejar que su voz rota me alcanzara. Pero había algo en su mirada… esa mezcla de cansancio, verdad y dolor que no puede fingirse. Y aunque no lo haya perdonado del todo, comprendí que lo que sentía por él seguía ahí, intacto, resistiendo.

Lance fue a buscar a los niños a casa de su madre. Yo preferí venir directo a la nuestra. Necesitaba silencio, ese espacio donde nada me obliga a fingir que estoy bien.

Sin embargo, cuando los niños entraron, su alegría llenó la casa. Emma hablaba sin parar, Lanci reía a carcajadas. Cenamos juntos; Lance me observaba en silencio, con los ojos húmedos de alivio. No dijo nada. No hizo falta.

Y en este instante, los acuesto. Emma
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