Al día siguiente
Londres
Michael
El silencio dejó de ser descanso desde que Amanda se fue. Hoy debería sentirme pleno: Lance regresó a New York, el camino quedó despejado y estoy oficialmente al frente del Grupo Mckeson. Mi sueño. Mi lugar. La cumbre que perseguí toda mi vida. Pero se siente vacío. Un logro sin aplausos. Un trono sin calor. Porque la única persona con la que quería celebrar esto… me odia. Y tiene razones de sobra.
Mientras manejo hacia el pent-house de Harry, la ciudad se difumina a través del parabrisas. Me sorprendo apretando el volante con tanta fuerza que los nudillos se me ponen rojos. Repaso cada palabra que dije, cada gesto impulsivo que la empujó lejos. El pecho me arde, como si cada recuerdo me raspara por dentro. ¿Será demasiado tarde? ¿Podrá perdonarme alguna vez?
No puedo quedarme quieto. No puedo quedarme pensando. Tengo que buscarla.
Subo al pent-house casi corriendo y toco el timbre tres veces. La ansiedad me golpea en la boca del estómago. Mis nudillos