Mundo ficciónIniciar sesión17 de enero de 2009
New York
Lance
Hoy es el cumpleaños de Karina. Cumple 33 años y hemos decidido celebrarlo con una reunión íntima en casa, rodeados de amigos y familiares. La sala está llena de risas y charlas, la luz cálida de las lámparas resalta los colores de los globos y la decoración discreta, mientras Emma juega a unos pasos de nosotros, su risa mezclándose con la música suave de fondo.
Estoy conversando con algunos amigos cuando Mia se acerca con una expresión que mezcla diversión y un poco de culpa. Su comentario me deja desconcertado.
—¿Estás segura de lo que dices? —pregunto, frunciendo el ceño y apoyándome en el respaldo del sillón—. No puedo creer que Amanda esté con… ese idiota de mi primo.
Mia suspira, cruzando los brazos mientras evita mirarme directamente.
—Bueno, Lance, no sé si sea una relación en serio —dice bajando la voz—, solo sé que a veces salen y ya sabes…
—¿Amigos con beneficios? —pregunto, arqueando una ceja, entre incrédulo y divertido.
—No le digas nada —me advierte Mia, agitando la mano con un gesto nervioso—. Me prohibió que te lo dijera. Sabía que te ibas a poner molesto, pero Amanda ya no es una niña, Lance… ya no te necesita para que la cuides.
Siento un ligero nudo en el estómago, mezclado con una punzada de orgullo y nostalgia.
—Siempre lo hice —respondo, relajando un poco los hombros—. Ella es como una hermana, por eso la cuidaba.
Mia sonríe y cambia de tema, señalando a Emma mientras corre hacia su hijo, Dylan.
—Pero cambiemos de tema, Lance —dice con una risa ligera—. Tu hija está cada día más linda.
—Gracias —respondo, siguiendo con la mirada a Emma mientras le toma la mano al pequeño—. Pero voy a tener que empezar a cuidarla de sus pretendientes… en especial de Dylan, mira cómo le agarra la mano —bromeo, mientras una sonrisa se dibuja en mi rostro.
Mia ríe, negando con la cabeza mientras se tapa la boca con la mano.
—Pobre Karina, ¿cómo te aguanta esos celos? —se queja entre risas, y yo no puedo evitar reír también, aunque por dentro siento ese hormigueo protector que siempre me recuerda que mi familia es lo más importante.
Horas más tarde
Karina
La casa está en silencio, solo quedan las luces tenues encendidas y el eco lejano de risas que se fueron con los invitados. Lance me tiene abrazada mientras Emma duerme plácidamente en su cuna. La sensación de calor y seguridad me envuelve, pero hay algo en su mirada que me inquieta.
—Karina… ¿eres feliz? ¿Te hago feliz…? ¿Me amarás siempre? —pregunta, su voz suave pero cargada de una intensidad que me eriza la piel.
Lo miro, tratando de leer su expresión mientras mi corazón se acelera.
—¿Qué te pasa? Te pusiste existencial —respondo, con un hilo de risa, aunque mis dudas laten bajo la piel.
—Solo contesta, por favor —se gira un poco para mirarme directamente, y sus ojos buscan los míos con insistencia.
Suspiro y asiento levemente.
—Sí… me haces muy feliz. ¿Y yo a ti? —pregunto, acariciándole el brazo con suavidad.
—Sí, soy muy feliz —responde, y por un instante su sonrisa se mezcla con un gesto de melancolía—. Aunque… me gustaría saber… ¿si me amabas la primera vez que estuvimos juntos? La primera vez que hicimos el amor.
Un escalofrío recorre mi espalda. Lo miro fijamente, preocupada.
—Lance… me estás preocupando —digo, con un suspiro—. ¿Por qué haces esas preguntas? ¿Desde cuándo?
—Necesito saberlo… si me llegara a pasar algo, no quiero morirme sin habértelo preguntado —confiesa, y su voz tiembla apenas, sujeta mi rostro con sus manos.
Lo aparto ligeramente, mirándolo de frente, firme.
—Basta… déjame de decirme esas cosas —me quejo, aunque mi corazón se encoge al ver su vulnerabilidad.
—Vamos… dímelo. Nunca me lo dijiste —susurra, acercando su frente a la mía.
—¿Cuál es la diferencia? —respondo, tratando de mantener la calma—. Estamos casados y tenemos una hija.
Lance frunce ligeramente el ceño, como si no estuviera satisfecho con mi respuesta.
—Parece que no me lo piensas decir… bueno… —se detiene, suspira, y suelta una pequeña risa nerviosa.
Lo observo con curiosidad, y entonces cambia el tono, con una mezcla de ternura y humor:
—¿Te falta algo? ¿No te sientes completo? —pregunta—. Me he fijado que eres diferente con Emma, siempre cuidándola… pero con nuestros sobrinos varones eres otro.
—No me falta nada —respondo, suavizando mi voz—. Pero es diferente… ya sabes, ellos son niños.
—Pero… —insiste, apoyando la cabeza sobre mi hombro, acariciando mi brazo con delicadeza.
—Sabes, Emma ya está grande… ¿no te parece que deberíamos buscarle un hermanito? —propone, intentando que suene casual.
—Amor… sabes que si lo buscamos no necesariamente será varón —respondo, con una sonrisa traviesa.
—Bueno… lo intentaremos hasta que salga un varón —replica riéndose, su mano apretando la mía suavemente.
—Qué fácil lo pones —suspiro, divertida—. Bueno, hablemos con Greg antes de buscarlo, ¿te parece? Quiero que revise que todo esté en orden.
—Me parece bien, para que estemos tranquilos. No quiero volver a vivir lo que pasamos —exclama, y me da un beso corto en los labios, tierno y prometedor, mientras la noche sigue envolviéndonos en calma.
Me recuesto en su pecho, dejando que su calor y su latido me envuelvan, pensando que, a pesar de los miedos y las sombras que rodean nuestras vidas, en ese momento somos solo nosotros… y eso es suficiente.
Días después – febrero
Lance
El departamento está silencioso, Karina revisa papeles con el ceño fruncido. Siento un nudo en el estómago; algo en su mirada me advierte que lo que va a decirme no será fácil.
—¿Estás segura de lo que me dices, amor? —pregunto, tratando de mantener la calma mientras me acerco y apoyo una mano sobre su hombro.
Karina levanta la mirada, seria y decidida, y me muestra unos documentos que hacen que mi corazón se acelere.
—Sí, Lance, tengo las pruebas —dice, su voz firme, pero con un hilo de tensión—. Rogelio López ha estado vendiendo información de nuestros contratos a Harry Johnson, pero no solo eso… ellos han sobornado a quienes adjudican las licitaciones para que nos den los contratos. ¿Sabes lo que significa? Si descubren vínculos con ellos, nos pueden quitar la licencia… y seguramente ya nos está investigando el gobierno.
Me aparto un paso, incrédulo, sintiendo que el aire me falta por un instante.
—¿Cómo no nos dimos cuenta? ¿Y por qué no me lo dijiste antes, Karina? —pregunto, mi voz más grave de lo que pretendía.
—Quería reunir pruebas, no podía acusar a nadie sin bases sólidas —responde, con los ojos brillantes y una determinación que admiro, pero que me hace sentir el peso del peligro.
Suspiro y agarro los papeles que me ofrece, pasando los ojos rápidamente por cada movimiento bancario. Mi ira y preocupación crecen con cada línea.
—Ese tipo siempre me dio mala espina… pero ¿qué hacemos con él? —pregunto, apretando los puños—. Déjame ver esos papeles… todas las cuentas bancarias de Rogelio, cada movimiento. Pero… amor, ¿cómo conseguiste esto?
—Cobré algunos favores que me debían, pero no fue fácil —responde con un hilo de frustración—. Cuando quise investigar a Harry Johnson no pude… alguien lo protege.
Mi mente se acelera; la certeza de que mi abuelo está detrás me hace tensar los hombros.
—Sí… Harry está detrás de esto deber ser porque mi abuelo se lo pidió —indico, con un escalofrío recorriéndome la espalda—. No me gusta esto… ¿por qué querría arruinarnos? Karina, debemos tener cuidado, no podemos confiar en nadie de la empresa.
Ella se recuesta un momento en el respaldo de su silla, respirando hondo, sus ojos grandes reflejan miedo y decisión.
—Me estás asustando, Lance —susurra, su voz temblando un poco—. Es tu abuelo, ¿por qué querría hacernos daño?
—El viejo es un desgraciado —respondo, con rabia contenida—. Solo le interesa su bienestar. Es un tipo peligroso, sin escrúpulos… me di cuenta cuando trabajé con él en Inglaterra.
Karina baja la mirada, mordiendo suavemente su labio inferior, intentando asimilar mis palabras.
—Yo pensaba que estabas resentido con él por todo lo que le hizo a tu madre —dice, en un susurro cargado de incertidumbre.
—Karina, prométeme algo —digo, tomando sus manos entre las mías—. Debes estar atenta a la más mínima cosa… no quiero pensar mal, pero siento que se aproxima una guerra entre la familia.
Ella me aprieta las manos, firme, decidida, aunque puedo ver el miedo escondido detrás de su mirada.
—No podemos ocultar esto, Lance —responde, con voz seria—. Hablemos con tu madre para ver cómo salir de este problema.
Niego con la cabeza, con un gesto firme y decidido.
—No, Karina… hablaremos con Roger. Él es más cabeza fría, sabrá qué hacer con Rogelio. A ese imbécil lo vamos a hundir en la cárcel. Da eso por hecho —digo, sintiendo un peso en el pecho, pero seguro de que protegeremos a nuestra familia sin importar el costo.
Cristina
Había pasado toda la mañana planeando el encuentro con Amanda. Su mensaje había sido urgente y lleno de preocupación; me pedía un lugar discreto y me advertía que nos podían estar siguiendo. Tomé el coche, esquivando calles concurridas, y llegué al punto acordado con el corazón latiendo con fuerza.
Al bajar, la vi esperándome, inquieta, mirando constantemente a su alrededor. El aire estaba cargado de tensión, y un leve viento movía su cabello mientras se acercaba.
—Hola, Amanda —hablo, abrazándola con cuidado, buscando transmitirle calma—. Pero, ¿por qué me citaste aquí?
Ella se muerde el labio y cruza los brazos, mostrando su nerviosismo.
—Cristina, lo siento… estoy asustada. Creo que mi padre ha puesto a alguien a seguirme.
Arrugo el ceño, sorprendida.
—¿No me digas que lo confrontaste ya?
Niega con la cabeza, sus ojos brillando con una mezcla de miedo y determinación.
—Todavía no. Voy a jugar mi carta: pedir mi dinero o, si no, denunciarlo.
—Pero… ¿no conseguiste nada de Michael? —pregunto, inclinándome ligeramente hacia ella, buscando señales en su expresión.
—Nada nuevo —responde, respirando hondo—. Solo confirma lo que ya sabíamos: se casó y se divorció de Yang.
Frunzo el ceño.
—¿Y no lograste sacar nada más?
—El idiota quería que fuéramos novios… yo le estoy dando largas —informa con una sonrisa tensa, cruzándose de brazos.
—Vamos, Amanda, qué sacrificio —le reprocho suavemente, con un toque de humor—. Si ya te acostaste con él, ¿puedes controlarlo o no?
Ella suspira, bajando la mirada, y sus manos juegan con la solapa de su chaqueta.
—Me trató tan bien que me da miedo caer en sus redes… tenías razón, es un juego peligroso.
Asiento, con el ceño fruncido y la voz firme.
—Te lo dije. Michael es un títere de mi abuelo. Ten cuidado o vas a salir lastimada. Puede ser que él también juegue contigo.
Amanda aprieta los puños, como si se armara de valor.
—Entonces iré por mi padre. Voy a pedir mi fortuna y a denunciarlo con el gobierno.
Inhalo profundo, tratando de transmitirle claridad.
—Solo eso te pido: ten cuidado. No te pongas en riesgo.
Ella me mira, con un leve atisbo de confianza.
—Mi padre no me hará nada. Puede ser un tipo malo, pero todavía tiene conciencia. Siempre me ha protegido… incluso de él.
Mientras nos despedimos y la veo alejarse por la calle, no puedo evitar que un escalofrío me recorra. Pienso para mí misma: cada secreto que guardamos, cada movimiento oculto, podría volverse en nuestra contra…







