Capitulo veintinueve.
La mansión Bach estaba sumida en una agitación pocas veces vista, como si los muros mismos percibieran que el linaje se tambaleaba ante la sombra de antiguas historias familiares. En la oficina, Lucero Bach, la actual cabeza de la familia, mantenía una conversación tensa con Edmon, tío materno y depositario de secretos tan viejos como el apellido que compartían. La noticia de que una mujer Bach pudiese estar viviendo fuera del radar protector de la familia no causaba verdadero asombro a ninguno de los presentes; esa situación ya había ocurrido otras veces, envuelta entre rumores y silencios.
Lucero conocía demasiado bien a los hombres Bach, ese porte distinguido, la fortuna casi legendaria y el aura de poder que cargaban desde la cuna eran, a la vez, bendición y condena. Aquella amalgama de atractivo y riqueza los convertía en presa fácil para personas cuya codicia superaba cualquier escrúpulo. Y el resultado era siempre el mismo, hijas e hijos nacidos al margen del apellido, desconoc