El dolor de la despedida de Ethan era un puñal clavado en el corazón de Nathaniel Vance. Los primeros días fueron una niebla de lágrimas y un vacío ensordecedor en la mansión. Cada rincón, cada juguete olvidado, cada eco de risa infantil, era un recordatorio lacerante de lo que había perdido. Sin embargo, Vance no era un hombre que se permitiera la derrota por mucho tiempo. Había sobrevivido a lo inimaginable, y esa vez no sería diferente. Del abismo de su desesperación, emergió con un nuevo fuego; una determinación feroz que lo impulsaría hacia adelante.
Su vida, que había estado a la deriva en un mar de incertidumbre y angustia, encontró dos nuevos faros: encontrar a su hijo de sangre y ser presidente de nuevo.
Todos sus esfuerzos, cada fibra de su ser, se enfocaron en esos objetivos. No era solo ambición política; era una necesidad, una forma de canalizar el inmenso dolor en algo productivo, en una búsqueda que le diera sentido a su existencia rota.
Se lanzó a su rutina con una int